Es la isla más pequeña e inhóspita de las Azores. Su belleza natural, sin embargo, es inolvidable.
El cuervo debe su nombre a un grupo de aves migratorias, los cormoranes, que abundan en la isla cuando llegaron los portugueses en el siglo XV. Se encuentra en la parte más occidental del grupo de nueve islas que forman el archipiélago de las Azores. Después de haber sido descubierto en conjunto con la isla de las Flores, en el año 1452, por el navegante Diogo Teive, el primer asentamiento efectivo de este territorio fue casi sesenta años después. Una populación que se componía casi exclusivamente por los esclavos negro y algunos moros que ayudaron en esta primera fase en cortar los espesos bosques donde los habitantes retiraron madera de cedro, palo blanco, laurel, acebo y tamujos para la construcción de barcos. Más tarde, estos "habitantes" obligados sirvieron para mantener el ganado y realizar todo tipo de trabajo en el campo para los agricultores de la isla. Curiosamente, como en el pasado los actuales residentes sobreviven de la agricultura y las exportaciones de ganado. A pesar de ser una isla, los habitantes de Corvo no tienen una especial vocación para la pesca. La industria pesquera es vista como un complemento a la alimentación. De acuerdo con la enciclopedia XXI de los Azores, la Isla de Corvo, "se compone de un solo volcán extinto, con un cráter amplio hundido llamada de Caldera, con 3,7 km de perímetro y 300 m de profundidad. Se puede observar varios lagos con un área llena de plantas de trufas. EL punto más alto de la isla es el filo de Morro de los hombres en el sur de la caldera, con 718 m de altitud sobre el nivel medio del mar. Toda la costa es abrupta y escarpada, que forman el cono central del volcán, con la excepción de la parte sur, donde en la faja de lava se establecido la Vila do Corvo, la única ciudad en la isla. La ladera oeste, con un acantilado casi vertical de 700 metros sobre el mar, es una de las más altas de la actual costa Atlántica”.