Estamos empezando en la Achada do Gramacho través de la Quinta Furão avanzamos hacia a la playa de guijarros de São Jorge, a través del llamado camino real, construioa a principios del colonización de la isla. Es un nada más nada menos que u aceso peatonal muy amplio un auténtico viaducto en comparación con algunos de los otros caminos de la isla que fueron construidos y que posee el nombre de un rey portugués, son caminos adoquinadas con piedras que estaban destinados a facilitar el acceso de las poblaciones de un punto a otro de la isla, entre los muchos feudos pertenecientes a la iglesia y la nobleza local que de otra forma no se poderiam aceder, hasta la playa de rocas donde les esperaban un pequeño barco que llevarlos a otras paradas, tal vez a la capital, Funchal. Es un descenso en zigzag de cerca de 1 kilómetro, que dura unos cuarenta minutos a través de rocas grises y árboles solitarios y que termina al pasar el puente, a través de la corriente de San Jorge, que termina en las ruinas de la antigua fortaleza, con sus quitas paredes y una puerta de piedra, frente al salvaje del Mar del Norte, salpicado de rocas sólidas. Al lado, el camino continúa, pero nuestra última parada es aquí, delante de este océano azul que antes estaba plagado de piratas que se atrevieron a navegar por estas aguas rebeldes en busca de tesoros para saquear. Al mirar estos restos fantasmales tranquilos es casi difícil de creer que la vida era tan incierta, dura y difícil para los primeros isleños que vivían aquí, ya que lo único que oigo es el ruido de balanceo de las piedras tomadas por las olas y sientó el salado sabor en mi boca jadeante.